Ulpiano…

Para novatos y experimentados los principios generales del derecho son los mismos y eso se lo debemos a Ulpiano

Esa base fundamental que sostiene nuestra amada ciencia se compone de los tres principios generales del derecho que son nada más y nada menos que: vivir honestamente, no dañar a otros y dar a cada quien lo que le corresponda. Lo de vivir honestamente está vinculado al modus vivendi de cada persona siempre que su forma de conducirse en sociedad guarde relación con la transparencia en el proceder, que sin duda alguna guarda una íntima relación con el sentido moral que acompaña a cada ser humano, pero… ¿Por qué es tan difícil vivir honestamente? Por sencillo que parezca, el incumplimiento de este principio está ligado a la subjetividad misma que como humanos tenemos en nuestro haber, lo que es bueno para unos no es bueno para otros, lo que pudiere resultar honesto para algunos es deshonesto para otros, además de lo difícil que resulta al menos visualizar una sociedad organizada en la que todos vivan honestamente según el significado más lógico que por consenso general le demos a la palabra honestidad.

Ahora, cuando revisamos el segundo principio: no dañar a otros, se hace un poco más que lejana la idea de su cumplimiento dado el comportamiento de cada persona dentro de una sociedad en la que además de la violencia, existen también factores como la ambición, la competitividad entre otros. Si observamos la realidad imperante en la actualidad, podemos notar los cambios que han experimentado las modalidades de los delitos, con nuevas configuraciones de tipos penales, conductas que se adaptan a la realidad social, a las necesidades que se acrecientan y a las formas tan particulares que surgen de la inventiva popular para hacer frente a esas carencias de las maneras más negativas que terminan ocasionando daños a otros desde el punto de vista personal, patrimonial, moral o en su conjunto.

El principio de dar a cada quien lo que le corresponde es sinónimo de equidad y justa distribución de las riquezas, es el principio más matemático, el que conlleva al cálculo y la repartición, pero a su vez el más idealista y teórico, porque es más fácil encontrar una porción geográfica del mundo en la que una mayoría viva honestamente u ostente el menor porcentaje de daños ocasionados entre sus habitantes que un lugar en el que cada habitante obtenga lo que le corresponda… ¿Complejo verdad? Si, bastante complejo, porque las desigualdades parecen ser una constante desde que el mundo es mundo, no todas las personas tienen lo que les corresponde según su esfuerzo y no todo el que goza de grandes ventajas las obtiene como recompensa de algún esfuerzo realizado. Si pensamos por un momento ¿qué es lo que nos corresponde? Lógicamente se desencadenará una serie de argumentos relacionados con nuestras capacidades físicas e intelectuales empleadas para las actividades a las que nos dedicamos, con el esfuerzo que le ponemos a lo que hacemos y a la prudencia con la que manejamos ciertas omisiones indispensables para no caer en desempeños injustos o contraproducentes. Aunque la generalidad de este principio (como la de los anteriores) no se reduce a la materia laboral, no debemos darle un enfoque estrictamente económico, ya que su carácter distributivo es mucho más amplio, por poner algunos ejemplos; en materia penal aplica en lo concerniente a la gradualidad de las penas, en materia tributaria en el pago de los impuestos, y así…

La idea del cumplimiento de estos tres principios generales del derecho es el logro de la armonía y el bien común, pero es tan especial nuestra ciencia que el incumplimiento de tales principios hace mucho más activo al derecho mismo, lo ejercita y lo hace ser… Cuando no se logra la consumación del ideal de vivir honestamente, se cae en deshonestidad y la deshonestidad conlleva a la aparición de conductas que muchas veces en la esfera jurídica deben ser sancionadas, cuando no se logra el ideal de no dañar a otros, se incurre en el daño ocasionado a otros y jurídicamente debe procurarse la reparación de ese daño, y cuando no se cumple el dar a cada quien lo que le corresponde, se estremecen las fibras más puras de la esencia de la equidad y las leyes deben propiciar la distribución de todo aquello que requiera una ponderación. Es tan maravilloso el derecho, que el cumplimiento total de sus cimientos lo harían fríamente cercano a una perfección inalcanzable y el incumplimiento de los mismos lo hacen apasionadamente ejercitable…

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